En San Juan, nos acercamos a la playa, pedimos deseos, escuchamos historias junto al fuego, encendemos hogueras y las saltamos, nos bañamos desnudos… Hay muchas tradiciones relacionadas con San Juan, como recoger plantas curativas, sanadoras o para usarlas en nuestros rituales.
El Solsticio de verano y los días que lo rodean se consideran momentos auspiciosos para recolectar cualquier hierba que queramos usar en sanaciones o trabajos mágicos el resto del año. El hipérico (Hyperikum perforatum), también llamada hierba de San Juan precisamente por que suele crecer en esta fecha, es una hierba con muchas propiedades mágicas y medicinales. Se ha usado durante siglos (se tiene constacia de su uso medicinal desde el 400 a. de N.E.) para reparar las pieles dañadas por quemaduras, picaduras, eccemas, heridas… De hecho, los soldados la utilizaban por su gran capacidad para sanar heridas y acelerar la cicatrización, y por eso se la conoce también como la hierba del soldado.
Ejerce una función regenerante, cicatrizante, antiinflamatoria, antiséptica, astringente, digestiva, antiespasmódica. Además, combate la depresión y restaura el ánimo ya que es sedante, ansiolítica y antidepresiva. Sólo hay que tener en cuenta que las mujeres embarazadas o en lactancia no pueden tomarla, ni tampoco personas que estén tomando medicación, en especial antidepresivos, ya que interfiere con los medicamentos. Es también fotosensible, por lo que si se aplica a nivel tópico, no se debe de exponer ese trozo de piel al sol, ya que generará una mancha difícil de quitar.
El significado del Hypericum procede del griego hyperikon que significa por encima de una aparición, porque se le atribuía la habilidad de hacer desaparecer las imágenes de los espíritus malignos.
En la antigüedad y como ritual, solía entregarse esta planta como ofrenda en las hogueras de San Juan, la noche del solsticio de verano, para tener cosechas abundantes, buena salud y un año de bienestar y amor. Por ello, es conocida como la planta del buen ánimo. Los pueblos germánicos, que practicaban el culto del solsticio, comparaban la forma y el color amarillo intenso de la flor con el sol y la consideraban como planta portadora de luz, capaz de expulsar a los demonios, y las propiedades atribuidas a su humo, cuyo olor recuerda al incienso, y se quemaban manojos para echar de las casas malos espíritus.
También se ponían manojos de hipérico colgados en puertas y ventanas que impedían que los malos espíritus y las brujas accecieran al hogar, e incluso evitar el mal de ojo. Al ser estos días el velo que separa los mundos tan fino, se creía que los espíritus y otras entidades salían a hacer maldades.
El hipérico forma parte de las siete hierbas de San Juan tradicionales. Algunas pueden variar dependiendo de la zona, pero el hipérico siempre es una constante en todas ellas.
El hipérico es originario de Europa, se encuentra en las lindes de los caminos, en bosques o campos secos. Sus flores son amarillas brillantes con puntitos negros en el borde de los pétalos y sus hojas tienen también puntitos que hacen que esta planta sea fácilmente reconocible.
Con la flor del hipérico se elabora el “oli de cop” (aceite de golpe), denominado también aceite de San Juan, con un color caráteristico rojizo. Cuenta la leyenda que brotó de las gotas de sangre que derramó Juan el Bautista al ser decapitado. Por ello, al estrujar los pétalos de esta flor, surge un líquido rojo que se dice que es la sangre misma de San Juan. En realidad, ese líquido es la hipericina, la que le da ese color rojo sangre al aceite de hipérico.
Su eficacia ha quedado demostrada a través de cientos de años y ha pasado de generación en generación, dado que es muy fácil de preparar.
Se recolectan las flores (mejor si es en el día de San Juan) y las dejamos secar a la sombra un par de días para que se evapore cualquier exceso de agua que puedan tener. Luego se ponen a macerar en aceite (mejor si es de oliva) en un tarro de cristal previamente esterilizado y que cierre herméticamente. El aceite debe de cubrir completamente las hierbas. Lo dejamos macerar en el exterior, al sol, durante 40 días, agitando el tarro cada día. Después se filtra a un frasco de cristal, a poder ser oscuro y se guarda en un lugar seco y fresco donde no le de el sol. Pasado un año, se oxida y pierde sus propiedades, por lo que aconsejo hacer una pequeña cantidad, y reponer al año siguiente. Tened en cuenta que se necesita muy poca cantidad, ya que el aceite se extiende muy bien.
Escrito por Ángelica – Instructora de herbaria